Por Bertha García Vasconcelos
Cuando trabajaba en Estados Unidos y encabezaba el área de recursos humanos me tocó vivir un caso de acoso sexual que hubo que investigar en forma ardua. Una joven empleada del restaurante se quejó conmigo de haber sido acosada sexualmente por sus compañeros de trabajo. Me dio detalles de los actos, palabras y situaciones en las cuales sucedió. En su mayoría hombres, se burlaban de ella y cometían actos de humillación. En este país las demandas por acoso sexual pueden costarle a una organización, millones de dólares. Se me instruyó realizar una investigación con otra persona a través de interrogatorios y entrevistas profundas a todos los empleados involucrados que duraron varias semanas. Teníamos que tomar notas de todo lo hablado y las sesiones se alargaban hasta muy tarde en la noche. Al final, deliberábamos los hallazgos para llegar a las conclusiones que reportaríamos. Posteriormente, se impartieron cursos a todo el personal para educarlo respecto al tema y prevenir este tipo de conductas con el fin de promover un lugar de trabajo libre de hostigamiento.
Poco después llegaron las conclusiones del caso y las correspondientes sanciones. A la chica se le ofreció reubicarse en otro departamento o a otra unidad de la empresa. No hubo despidos pero si hubo llamadas de atención por escrito. En mi mente quedó una interrogante: ¿se le habrá hecho justicia a la joven que recibía amenazas constantes y me llamaba a diversas horas atemorizada? Cuando yo regresé a México, me enteré que demandó a la empresa por 3 millones de dólares porque no consideró justo que ella tuviese que cambiarse de zona geográfica y los agresores se quedaran en sus trabajos como si no hubiesen hecho nada. Por alguna razón no me extrañó que demandara. ¿Habían sido las sanciones adecuadas para los que cometieron los atroces actos? ¿Y para el jefe que lo permitió y no lo detuvo, quien reaccionó con sarcasmo ante los hechos y la investigación? Esta chica fue tocada, humillada, vivió en un ambiente donde de forma continua escuchaba comentarios sexuales y algunas burlas, fue amenazada y aterrorizada por varios meses. Nada justificaba el abuso del cual fue víctima.
El acoso sexual en el trabajo se define como los avances sexuales no bienvenidos, conducta inapropiada, intimidación, abuso verbal, conducta sexual no deseada y que interfiere con el desempeño de una persona creando un ambiente de trabajo hostil, ofensivo e intimidante.
Casos similares ocurren todos los días en México. En otra empresa transnacional donde trabajé, el corporativo en Estados Unidos recibió quejas de un superior por acoso sexual, desde donde se ordenó una investigación del caso. Las entrevistas comenzaron. Una joven y atractiva empleada quien acusó a su supervisor al final ¡fue despedida! Sin embargo, las quejas por parte de otras mujeres continuaron y finalmente el hombre fue despedido. En ambos casos, en México y EUA, me pareció que no se le dio la debida credibilidad a la empleada acosada. ¿Por qué? ¿Será que el patriarcado no reconoce el acoso sexual? ¿Qué protege a los hombres que lo realizan como un derecho alienable de su género?
Acción detestable que las mujeres hemos experimentado y soportado durante años en nuestros lugares de trabajo. Desde los piropos constantes de los pares, hasta las insinuaciones de los jefes. Desde mi primera actividad laboral, cuando apenas estudiaba en la universidad, recibía “piropos” de compañeros que mi mismo jefe reprobó cuando los escuchó. En alguna ocasión, mi hermana mayor me acompañó para que no fuese sola a cobrar mis honorarios porque un jefe (bastante mayor) me tocó la mano mientras comíamos. En otro trabajo más adelante, una chica acusó a un gerente que les pedía “algo” a cambio de ingresar a trabajar la empresa. Fue reportado al área de recursos humanos, y no fue sino hasta que hubo otras quejas que se le despidió.
El pasado mes de marzo, con el fin de reducir la violencia de género en México, la Cámara de Diputados aprobó las reformas al Código Penal Federal para sancionar con entre 8 meses y 3 años de cárcel el delito de acoso y hostigamiento sexual, además de inhabilitación en caso de que quien lo cometa ocupe un cargo público. También se sancionará con cárcel de 6 meses a 3 años a quienes aprovechen sus vínculos docentes, domésticos o cualquier otro, que utilicen amenazas de despido o de causar un daño relacionado con la actividad laboral o académica. En 2008 se registraron unos 26 mil delitos vinculados con el hostigamiento sexual, pero solo se denunciaron 8 mil de ellos por temor a las represalias. Recordemos los casos de mis compañeras de trabajo, ya comentados.
Estamos cambiando. No permitamos el acoso sexual. Si eres víctima de hostigamiento sexual, denúncialo sin miedo.
Continúa en la siguiente entrada.
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